La familia de las profundidades y el Gigante de Hierro
por: Marina Marcel González | 929 palabras | ¿Ballenas o gas?
En las serenas aguas del Golfo de California, mejor conocido como el acuario del mundo, vive una familia de ballenas: Mamá Ballena, Papá Ballena y su cría Bebé Ballenato. Su hogar es un lugar de paz y abundancia.
Un día, mientras exploran las profundidades de su entorno, Bebé Ballenato percibe una perturbación en el horizonte.
—¿Qué es eso, mamá? —exclama con la mirada fija en una gran estructura que no había visto nunca.
Papá Ballena baja la mirada y desconsolado mueve la cabeza al descubrir al Gigante de Hierro.
—Los humanos van a construir algo grande que hará mucho ruido y contaminará el agua. Habrá fugas de gas venenoso que lastimarán a nuestra especie y nuestra comida será exterminada. Hasta el pequeño plancton está en peligro. Todo por una iniciativa para extraer y exportar gas natural desde estas aguas hasta lugares muy lejanos —explica Papá Ballena, haciendo referencia al Proyecto Saguaro.
Mamá Ballena suspira muy triste porque su ballenato, siendo tan pequeño, está viviendo todo eso, la barbarie del hombre cruel y despiadado.
Bebé Ballenato, con una mirada asustada y moviéndose preocupado de un lado a otro, pregunta “¿eso nos afectará?, ¿vamos a morir?”. Está a punto de llorar con sus ojitos afligidos y su corazoncito aterrorizado.
Papá lo toma de sus aletas en un intento por transmitirle una confianza que él mismo no tiene y le explica:
—Cuando eso suceda el agua tendrá un olor extraño, el aire se volverá pesado y te costará respirar. Algo invisible y letal se escapará de un lugar donde los humanos guardan la energía de los tubos gigantes que tú miras ahí. Empezaremos a morir por la contaminación. Y si el gas explota causará una devastación total.
—Sí, mi querido bebé, habrá pérdidas fatales tanto de animales como de plantas y hasta la muerte del mismo hombre. Hijito mío, todos estamos en peligro en el planeta —añade Mamá Ballena.
Bebé Ballenato reflexiona y con una mirada desconcertada pregunta:
—¿Y los humanos saben lo que están ocasionando?
—Sí, algunas organizaciones han lanzado una campaña para protegernos, están tratando de detener el proyecto antes de que cause daños irreparables.
Mamá Ballena se acerca a su bebé, lo besa y con esperanza le da ánimos:
—Tengo fe en que más humanos levanten sus voces para que los demás valoren de todo corazón el ecosistema, confío que harán conciencia de las consecuencias de su ambición y egoísmo.
Bebé Ballenato se desplaza con una llamita de esperanza en su tierno corazón y exclama:
—¿Cómo le haremos para que el hombre comprenda que también nosotros los animalitos y las plantas tenemos alma sensitiva? Todos tenemos vida y sensaciones. ¿Por qué su empeño en destruirnos?
Después de un profundo suspiro, propone:
—Se me ocurre una idea: salgamos a la superficie, convivamos con ellos. Tal vez si les cantamos dejarán el odio a un lado y, con responsabilidad, todos juntos salvaremos a nuestro planeta. Si los humanos supieran escuchar con el alma entenderían nuestro mensaje: por favor cuiden el mar, es nuestro hogar, nuestro mundo, nuestra vida, no lo destruyan.
Papá Ballena y Mamá Ballena lo toman de sus aletas y le explican que, desde que el hombre existe, piensa que es un dios y cree que tiene derecho a destruirlo todo.
—El hombre ha corrompido su conciencia, lo ciega el orgullo y llena su ego de venganza y traición. En cambio, las plantas y los animales hemos venido a alimentarlo y llenar su vida de dicha y placer, pero el odio no deja ver lo tierno que existe en su corazón. El mundo está devastado por el dolor y la tragedia por su causa —dice Mamá Ballena.
Papá continúa:
—El hombre es como una flecha lanzada al infinito, porque nunca encuentra su felicidad.
Bebé Ballenato baja la cabeza y juntando sus aletas siente el desprecio del hombre y la perversidad de su corazón. Mira una vez más al gigante metálico.
—¿Y si todo cambia?, ¿y si nos lastiman? —chilla.
Mamá lo abraza fuertemente con sus aletas:
—No tengas miedo, mi pequeño, el océano ha sido nuestro hogar desde milenios y aunque enfrentemos desafíos, nunca estamos solos.
Papá se desliza alrededor de Mamá y Bebé, les roza la piel y les transmite fe y esperanza con estas palabras:
—Existe un Creador que dio forma al universo, a las estrellas en el cielo y a las profundidades del mar, pues Él es quien nos cuida y nada, absolutamente nada, nos pasará si no está en Su plan divino.
Bebé Ballena levanta la mirada, suspira profundamente y con un silbido sube a la superficie, luego baja a las profundidades trayendo consigo la felicidad y la confianza que el Gigante de Hierro le quiso robar.
Un rayo de sol los cubre y los reconforta. Los tres se toman de las aletas y juntos nadan con fervor.
Bebé Ballenato grita:
—Entonces, aunque el Gigante de Hierro sea grande, no es nada al lado de nuestro Creador.
Papá Ballena y Mamá Ballena sonríen al ver que el pequeño ha recobrado la fe y la esperanza.
—Así es, mi pequeño bebé, también existen hombres con buenos sentimientos y que se preocupan por proteger al océano y a los que vivimos en él.
Bebé Ballenato respira aún más hondo, nada con más fuerza, se desliza de un lado para otro, sube a la superficie y baja a las profundidades.
—¡No tengo miedo! ¡No estamos solos! Tengo a un ser divino que me cuida y me guía.
Y así, la familia de ballenas siguió viviendo en el mar con muchos desafíos, pero firmes confiando siempre en su Creador.
Marina Marcel González
Marina Marcel González nació en Toluca, pero, como muchos mexicanos, tuvo la necesidad de migrar y ahora vive en San Diego, California. Estudió enfermería y también inglés como segunda lengua. Además de la enfermería, ha trabajado en distintas áreas como viveros, fábrica de ropa, alimentación y cuidado de niños. Actualmente es ama de casa y trabajadora independiente en el servicio de limpieza en oficinas, pequeños negocios y residencias. Ama la naturaleza y le preocupa la injusticia social. En el 2024 surgió en su corazón la necesidad de escribir y empezó a formarse en cosas que, aunque difíciles para ella, le emocionan. Actualmente forma parte del grupo Narrativa Extraordinaria, coordinado por Roberto Carlos Garnica.